Desclassificats


Esta no es una obra sobre política. Tampoco es una historia sobre periodistas. No es una reflexión sobre, las siempre convulsas, relaciones entre el poder mediático y la administración. Desclassificats nos muestra el encuentro de tres personajes con puntos de vista muy opuestos sobre la ética, la integridad profesional y la dignidad del individuo.

Todos presumimos de disponer de una escala de valores, de unos principios rectores que nos hacen ser de una manera o de otra; que nos hacen juzgar las actitudes y comportamientos de los otros  desde un determinado punto de vista. Pero ¿qué pasa cuando estos valores, los principios más sólidos que nos rigen, se ven agitados y cuestionados, incluso en contra de nosotros mismos? ¿qué pasa cuando tomamos conciencia de que no somos tan íntegros, ni tan dignos, ni tan coherentes? ¿cómo asumimos la rotura de nuestras convicciones y nuestra voluntad más íntima?

Las personas somos frágiles. Por fuera y por dentro. Sólo cuando se trata de juzgar al otro nos sentimos valientes y capaces de opinar, de criticar, de demonizar aquello que hace justamente lo que nosotros nunca haríamos. ¿Nunca? Los abuelos decían: "Nunca digas nunca, de esta agua no beberé". POr qué quizás haya un día en que bebas y te atragantes. O te envenenes. 

El presidente (Toni Sevilla) está en un apuro, están a punto de salir a la luz unas fotografías que causarán un gran escándalo y harán tambalear su carrera. Una periodista de reconocido prestigio (Emma Vilarasau) es la encargada de hacer la entrevista definitiva, aquella que lavará la imagen del presidente o por el contrario lo hundirá en la más honda miseria si logra que reconozca la existencia de esas fotos y que es él el que sale en ellas. El tercero en discordia es el jefe de gabinete (Abel Folk), el hombre en la sombra capaz de cualquier cosa, de traer un vaso de agua como que determinados asuntos nunca lleguen a ver la luz.

La obra transcurre en los minutos previos de la emisión en directo de la entrevista, en esos pocos instantes cada uno de los personajes ve tambalear sus principios, sus ideales, por salvar algo que vale la pena, por no tener que pasar el escarnio público, por ayudar a quien lo necesita, por hacer un favor... con sus palabras y sus actos demuestran que no se puede decir que no harás una cosa porque cuando las circunstancias aprietan y casi ahogan la gente hace cualquier cosa u olvida por un instante aquello que siempre detestaron si con ello pueden salvarse u omitir la condena.

Cuestionable, por supuesto, que hay gente que no se mueve de sus principios y va con ellos hasta el final, muy pocos... y la obra muestra eso, hasta donde es capaz de llegar el ser humano para salvar o proteger aquellos a quienes queremos, que es en definitiva de lo que se trata.

No exenta de humor, hay grandes reflexiones y diálogos dignos de enmarcar. Gran trabajo actoral, como no podía ser de otra manera tratándose de quién se trata.

(Tercera de las obras de teatro del fin de semana intensivo de teatro de la que ya he dado cuenta en anteriores posts).

Texto: Pere Riera, autor y director

1 comentarios :

  1. :-)
    Tú eres actriz o directora o escenógrafa o algo, jajaja, si no... no se explica la afición extrema al teatro.

    Mola mucho.

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