Confesiones de una vieja dama indigna

A lo largo de los últimos años, en privado y con la ironía que la caracteriza, Esther Tusquets decía: "acabaré siendo una vieja dama indigna, haré lo que quiera y diré todo lo que pienso". Y como resultado de esa chocante vocación, Tusquets, sin perder nunca la dignidad, ha escrito este libro en el que dice lo que piensa. Segunda parte de su exitoso Habíamos ganado la guerra, éste es un libro verdaderamente insólito en nuestra literatura debido a la sinceridad, el desgarro, la osadía y la naturalidad con la que la autora nos habla de su vida privada, amorosa, social y profesional. Desde la época en que crea Editorial Lumen hasta ahora mismo, cuando a los 73 años acaba de perder a su último amor, Tusquets narra la vida cultural de Barcelona y Madrid de los años 60 y 70. La gauche divine, figuras como entre otros, Carlos Barral, Óscar Tusquets, Luis G. Berlanga, Ana María Matute, Neruda, Carmen Martín Gaite, Ramón Masats y Cela, pasan por estas páginas estupendamente retratados, pero también -y sobretodo- se centra la autora en la rememoración de quienes han conformado su vida sentimental, amorosa e incluso cotidiana. Todo ello con la sinceridad y pasmosa franqueza que la caracteriza y que, dada la hipocresía imperante en nuestra sociedad, son motivos de escándalo y polémica. Una voz descarnada y sincera, tremendamente emotiva y lúcida, de una valentía temeraria.

Algo más lenta y difícil de leer que la primera parte de sus memorias, con muchos más nombres, más acontecimientos, actividades, cotilleos, enfados, risas, amores, desamores, traiciones, ambiciones, separaciones, uniones (de hecho y de negocio), amistad... tal y como dije en la primera parte los recuerdos no pueden juzgarse, cada uno tiene su interpretación sobre lo sucedido, su recuerdo y puede no coincidir con el del otro... Aún así es una buena manera de aprender y conocer algo del mundillo literario de la época además de descubrir el porque de algunas editoriales.

1 comentarios :

  1. Los recuerdos......conforman la memoria y ésta nos da una identidad. Pocas cosas, como bien dices, serán tan personales e inalienables, tan libres y egoísta, maravillosamente exclusivos como el más pequeño de los recuerdos. Pues incluso el mejor de los escritores tendrá serias dificultades para lograr la perfecta transmisión del recuerdo de la hierba recien cortada.
    Más saluditos, buena tarde

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